Un día pensé que podía ser Monelle, ser todas y ninguna, vivir siendo deseada en la otra que vive en nosotras mismas. Pensé que la posibilidad de ser Monelle había llegado, ser todas y ninguna, ser esta y aquella y la que no tiene nombre, la que se pierde para poder recuperarla, la que regresa sobre sí misma y recomineza, ser esa posibilidad inalcanzable que aun cuando se ve al espejo no es la misma.
Después me di cuenta de que ser Monelle no era lo mejor, porque siempre se está en un eterno adiós y en una eterna otra. Pensando en eso me encuentro con Jorge Luis Borges, Juan García Ponce y mediante este último con Pierre Klossowski y Robert Musil y mi búsqueda de certeza se queda suspendida por un instante y recorre el túnel de esa errancia en la que me encontraba, no, en la que me encuentro.
Reviso a los otros de los que ellos hablan y me encuentro con Roberte, con Diana, con Agathe y con Borges, ellos son los otros de sus yoes, esos que aparecen de un soplo, de una palabra, pero que al ser nombrados borran o alternan una existencia, una identidad. Son un Palimpsesto. Palabras de otro y de uno mismo. Uno oculto debajo de otro tratando de salir al llamado de otro. Identidad que se va borrando por otra, se va volviendo un soplo que quiere salir de esa página, ese soplo que tendrá que poseernos para poder ser.
Sustentada en la certeza y en el hecho de que somos alguien o algo, impuesto o no, la identidad es la conciencia que cada persona tiene de ser ella misma, un individuo con rasgos propios que lo caracterizan frente a los demás; pero ( sí hay un pero) ¿quién podrá sustentar esta afirmación? si aun cuando nos miramos en el espejo no somos los mismos, aun cuando creemos ser alguien siempre nos buscamos.
Después me di cuenta de que ser Monelle no era lo mejor, porque siempre se está en un eterno adiós y en una eterna otra. Pensando en eso me encuentro con Jorge Luis Borges, Juan García Ponce y mediante este último con Pierre Klossowski y Robert Musil y mi búsqueda de certeza se queda suspendida por un instante y recorre el túnel de esa errancia en la que me encontraba, no, en la que me encuentro.
Reviso a los otros de los que ellos hablan y me encuentro con Roberte, con Diana, con Agathe y con Borges, ellos son los otros de sus yoes, esos que aparecen de un soplo, de una palabra, pero que al ser nombrados borran o alternan una existencia, una identidad. Son un Palimpsesto. Palabras de otro y de uno mismo. Uno oculto debajo de otro tratando de salir al llamado de otro. Identidad que se va borrando por otra, se va volviendo un soplo que quiere salir de esa página, ese soplo que tendrá que poseernos para poder ser.
Sustentada en la certeza y en el hecho de que somos alguien o algo, impuesto o no, la identidad es la conciencia que cada persona tiene de ser ella misma, un individuo con rasgos propios que lo caracterizan frente a los demás; pero ( sí hay un pero) ¿quién podrá sustentar esta afirmación? si aun cuando nos miramos en el espejo no somos los mismos, aun cuando creemos ser alguien siempre nos buscamos.
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
Necesidad de decirnos para existir o la necesidad de ver porque no se puede decir lo que se ve. Si sabemos que somos una persona, que tiene un sólo cuerpo, que se tiene a sí misma, cómo podemos reconocernos fuera de nosotros. Mediante la palabra y el deseo, pero ha de ser la palabra y el deseo de otro la que permita aparecer a ese otro que somos, a ese otro que hace que perdamos nuestra identidad. Si Roberte aparece es por Octave, si Diana aparece es por Acteón, Borges por Borges.
¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?
He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?
He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.
Un soplo, un nombre, Roberte o Diana o alejandra o Monelle, Borges... hablar para borrar una existencia o, por lo menos, alternarla. El nombre que se alterna, uno señala al cielo y otro a la tierra. El lenguaje, las palabras, han creado un cuerpo, sin embargo, sólo en el silencio se podrá acceder a él, sólo en el silencio se podrá ver y poseer. Para poseer a Diana o Roberte no hay que hablar, no hay que nombrarlas, hay que realizarlas, hay que ver porque no se puede decir lo que se ve.
Como un poema enterado
del silencio de las cosas
hablas para no verme
del silencio de las cosas
hablas para no verme
Somos un Palimpsesto, podemos serlo, podemos ser Monelle y Borges si queremos, escribirnos, reescribirnos, podemos ser otros gracias a otros, los que nombran para crear y callan para ver y hacer ver esos ojos que tenemos en los nuestros tatuados .
1Todos los poemas citados fueron tomados de Alejandra Pizarnik, Semblanza (1992) Introducción y compilación Frank Graziano, Fondo de Cultura Económica.
