miércoles, 28 de mayo de 2008



El libro de la memoria II


El pasado tiene la voz de cada huella,

de cada caricia o herida que hemos dejado

en el suelo o alrededor, o que hacemos a un ser.
Edmond Jabès


¿Cuántas veces no habremos confundido la calle con nuestros pasos? Decía, y volteaba hacia atrás de reojo, con la cabeza al frente para que no notara que seguía viendo la calle, la que ya extrañaba, la que aun resuena en mis oídos y revolotea en mis ojos.
Me volví experta en banquetas y carriles, sabía, sin voltear, de dónde venía un carro... cuántas veces corrí por esa calle con un nombre que nunca olvidaré por ser una fecha especial marcada en el calendario.
Esa calle era una habitación y todas las habitaciones. Morada de niños juguetones, de risas y cantos.
Cuándo volveré a verte con los mismos ojos de niña. Hasta los colores cambiaron y mi sentido de orientación. Eres la misma y no te reconozco.
Eres tan pequeña que siento que ya no quepo en ti.
Hay muchas maneras de tomar conciencia de una calle. Yo, las practiqué todas: verla desde la ventana, aunque se fuera como el río, recorrerla en bicicleta o en patines, con los ojos vendados como gallinita ciega o desde la azotea lanzando globos al aire.
Ahora sé que era parte de ella y ella parte de mi. Cómo no lo supe antes, quizá la hubiera guardado en mi libro de la memoria y sacarla más a menudo, así todo sería diferente.

AleHermiMonelle

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