
...si hay algo que no somos es hojas en blanco.
(SLOTERDIJK, 2006, 19)
Tú eres el que escribe y es escrito
(JABÈS, 1963, 27)
Cuando se escucha la palabra poesía llegan a la mente nombres como Baudelaire, Rimbaud o Aragon; cuando se habla de poesía hispanoamericana, se escuchan nombres como Pablo Neruda , Octavio Paz cuando hablamos de poesía mexicana y cuando hablamos de poesía Jalisciense no podemos dejar de nombrar a Enrique González Martínez (1871-1952), un joven tapatío con título de médico cirujano y partero, con vocación de poeta.
Enrique toma como primeras influencias a Salvador Díaz Mirón y Joaquín Arcadio Pegaza, dos de los poetas, precursores del modernismo, con más renombre en México. Él cultiva una poesía modernista al final del siglo XIX y con la entrada del nuevo siglo, entran nuevas verdades y las antiguas se derrumban, entra en el grupo de poetas que forma una nueva poética, la poética del ser mediante la literatura, de ser con y en ella.
Enrique toma como primeras influencias a Salvador Díaz Mirón y Joaquín Arcadio Pegaza, dos de los poetas, precursores del modernismo, con más renombre en México. Él cultiva una poesía modernista al final del siglo XIX y con la entrada del nuevo siglo, entran nuevas verdades y las antiguas se derrumban, entra en el grupo de poetas que forma una nueva poética, la poética del ser mediante la literatura, de ser con y en ella.
PARA UN LIBRO
Quiero con mano firme y con aliento puro
escribir estos versos para un libro futuro:
Este libro es mi vida... No teme la mirada
aviesa de los hombres; no hay en sus hojas nada
que no sea la frágil urdimbre de otras vidas:
ímpetus y fervores, flaquezas y caídas.
La frase salta a veces palpitante y desnuda;
otras, con el ropaje del símbolo se escuda.
Aquel a quien extrañe
este pudor del símbolo, que no lo desentrañe.
Este libro no enseña, ni conforta, ni guía,
y la inquietud que se esconde es solamente mía;
mas en mis versos flota, diafanidad o arcano,
la vida, que es de todos. Quien lea, no se asombre
de hallar en mis poemas la integridad de un hombre,
sin nada que no sea profundamente humano.
(1991,182)
Quiero con mano firme y con aliento puro
escribir estos versos para un libro futuro:
Este libro es mi vida... No teme la mirada
aviesa de los hombres; no hay en sus hojas nada
que no sea la frágil urdimbre de otras vidas:
ímpetus y fervores, flaquezas y caídas.
La frase salta a veces palpitante y desnuda;
otras, con el ropaje del símbolo se escuda.
Aquel a quien extrañe
este pudor del símbolo, que no lo desentrañe.
Este libro no enseña, ni conforta, ni guía,
y la inquietud que se esconde es solamente mía;
mas en mis versos flota, diafanidad o arcano,
la vida, que es de todos. Quien lea, no se asombre
de hallar en mis poemas la integridad de un hombre,
sin nada que no sea profundamente humano.
(1991,182)
La poesía, decía Paul Celan, no se impone, se expone y es en este sentido en que González Martínez habla en su poema Para un libro. Si ha de exponer su poesía no es sino por el hecho de que la hace una analogía de la existencia, su existencia como un libro, como literatura.
Exponernos y exponer nuestra literatura con un texto existencial (entiéndase existencial no en el sentido rígido filosófico), ya que, desde las primeras líneas del libro de nuestra vida, el texto se materializa y como dice Sloterdijk: “si hay algo que no somos es hojas en blanco”. Esas hojas que muestran, exponen ante todos la integridad de un hombre sin nada que no sea profundamente humano, los ímpetus, las caídas, en fin, exponen la vida.
La poética del ser y exponerse mediante la literatura, muestra que al escribir un poema, no solo exponemos imágenes o metáforas, sino la vida, la propia vida que se ha estado escribiendo desde la primera vez que escribimos nuestro nombre en el cuaderno de trabajos del Kindergarten.
No solo podemos relacionar a Martínez González con la poética de Paul Celan o Peter Sloterdijk, sino también con otro poeta mexicano del siglo XX, Octavio Paz:
Exponernos y exponer nuestra literatura con un texto existencial (entiéndase existencial no en el sentido rígido filosófico), ya que, desde las primeras líneas del libro de nuestra vida, el texto se materializa y como dice Sloterdijk: “si hay algo que no somos es hojas en blanco”. Esas hojas que muestran, exponen ante todos la integridad de un hombre sin nada que no sea profundamente humano, los ímpetus, las caídas, en fin, exponen la vida.
La poética del ser y exponerse mediante la literatura, muestra que al escribir un poema, no solo exponemos imágenes o metáforas, sino la vida, la propia vida que se ha estado escribiendo desde la primera vez que escribimos nuestro nombre en el cuaderno de trabajos del Kindergarten.
No solo podemos relacionar a Martínez González con la poética de Paul Celan o Peter Sloterdijk, sino también con otro poeta mexicano del siglo XX, Octavio Paz:
HERMANDAD
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
(1991,334)
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
(1991,334)
El hombre es poeta, es escritura, se da cuenta que vive en la literatura y para la literatura, podemos encontrar a un yo o a una infinita posibilidad del yo en ese libro que se escribe y reescribe y que da cuenta de uno mismo, se asoma la identidad del hombre.
En esa representación o exposición se aclara una visión del pasado, hay una documentación del paso de lo permanente, que es señalada por la poesía. El hombre es un pergamino en el que se escribe la crónica de la vida, en esas hojas que al principio eran blancas y un día, se escriben y se hacen escribientes.
Pero ¿cómo es que esas hojas se hacen escribientes? Lo que hace escribir es esa marca existencial, o sea, la vida. Allí donde se encuentra esa marca deviene el arte, el arte expuesto a las antiguas marcas, con las cuales se obtiene libertad de “ese” el que somos.
Mediante el libro accedemos a la vida, la vida que se vuelve el libro de la memoria, ese que empieza con la palabra y termina con la muerte, pero la poesía que ha sido expuesta lo perpetuará, dejará de ser materia y será sustancia, eso que permanece en algo que cambia y dice:
En esa representación o exposición se aclara una visión del pasado, hay una documentación del paso de lo permanente, que es señalada por la poesía. El hombre es un pergamino en el que se escribe la crónica de la vida, en esas hojas que al principio eran blancas y un día, se escriben y se hacen escribientes.
Pero ¿cómo es que esas hojas se hacen escribientes? Lo que hace escribir es esa marca existencial, o sea, la vida. Allí donde se encuentra esa marca deviene el arte, el arte expuesto a las antiguas marcas, con las cuales se obtiene libertad de “ese” el que somos.
Mediante el libro accedemos a la vida, la vida que se vuelve el libro de la memoria, ese que empieza con la palabra y termina con la muerte, pero la poesía que ha sido expuesta lo perpetuará, dejará de ser materia y será sustancia, eso que permanece en algo que cambia y dice:
ME ABRAZARÉ A LA VIDA
[...]
Y una tarde de tantas, mientras caigan los rojos
cendales de un crepúsculo, se cerrará mis ojos.
Y me hundiré en el sueño inefable y profundo,
para los hombres muerto, y vivo para el mundo.
(GONZÁLEZ,1971,114)
Dejar de ser hoja escrita y ser hoja en blanco, volver al origen.
PÁGINA EN BLANCO
[...]
De esta vida de ensueño, de este mundo en que [me arranco
la visión de mis ojos, la canción de mi oído,
quedarán solamente un laúd sin sonido,
un espíritu en sombras y una página en blanco.
(GONZÁLEZ,1971,178)
[...]
Y una tarde de tantas, mientras caigan los rojos
cendales de un crepúsculo, se cerrará mis ojos.
Y me hundiré en el sueño inefable y profundo,
para los hombres muerto, y vivo para el mundo.
(GONZÁLEZ,1971,114)
Dejar de ser hoja escrita y ser hoja en blanco, volver al origen.
PÁGINA EN BLANCO
[...]
De esta vida de ensueño, de este mundo en que [me arranco
la visión de mis ojos, la canción de mi oído,
quedarán solamente un laúd sin sonido,
un espíritu en sombras y una página en blanco.
(GONZÁLEZ,1971,178)
La nueva poética de la que nos ha dejado la marca Enríque González Martínez, es la poética del ser con la literatura, exponerse para que así, lo único que quede en blanco sea la página de la muerte, del fin, el epílogo de la vida.
Pero no podemos ser una página en blanco, porque nunca lo hemos sido. Si nuestro mundo empieza cuando empieza nuestra palabra, sería lógico que ese mundo terminara cuando ya no tenemos palabra, sin embargo, ya hemos expuesto ese mundo y hemos dejado la huella, como un tatuaje. Ya nunca podremos ser hojas en blanco. La página inicial del libro de nuestra vida tiene que ser marcada, ya que puede ser invisible, sin embargo, la página final no puede ser señalada, ya que, el tatuaje ha quedado indeleble.
Pero no podemos ser una página en blanco, porque nunca lo hemos sido. Si nuestro mundo empieza cuando empieza nuestra palabra, sería lógico que ese mundo terminara cuando ya no tenemos palabra, sin embargo, ya hemos expuesto ese mundo y hemos dejado la huella, como un tatuaje. Ya nunca podremos ser hojas en blanco. La página inicial del libro de nuestra vida tiene que ser marcada, ya que puede ser invisible, sin embargo, la página final no puede ser señalada, ya que, el tatuaje ha quedado indeleble.
BIBLIOGRAFÍA:
DOS SIGLOS DE POESÍA MEXICANA, Del XIX al fin de milenio: Una antología (2001), Selección y Prólogo de Juan Domingo Argüelles, de. Océano.
DOS SIGLOS DE POESÍA MEXICANA, Del XIX al fin de milenio: Una antología (2001), Selección y Prólogo de Juan Domingo Argüelles, de. Océano.
GONZÁLEZ Martínez, Enrique (1971), Obras Completas,Edición, Prólogo y notas, Antonio Castro Leal, El Colegio Nacional.
JABÈS, Edmond (1963) El libro de las preguntas, Prólogo Francisco Jarauta, Siruela.
SLOTERDIJK, Peter (2006) Venir al mundo, venir al lenguaje. Lecciones de Frankfurt, Traducción Germán Cano, Pre-textos.

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